En América hay pocos colectivos más admirados que el de los bomberos. Cíclopes con bombona amarilla, su peripecia en las Torres Gemelas hizo de ellos héroes por lo civil, modelos cívicos de una sociedad herida, solicitado disfraz infantil y objetivo de flashes hambrientos. Claro que el mérito viene de lejos. Uno de los hombres que más contribuyó a multiplicarlo fue Earl Cooley. Fallecido a los 98 años, deja esposa, cinco hijos, 12 nietos y 13 bisnietos: impresionante legado para un apagafuegos al que sus contemporáneos, cuando estaba en activo, calificaron varias veces de chiflado. ¿Su locura? Haber consolidado el arriesgado- y sumamente eficaz- método de luchar contra el fuego tras saltar en paracaídas.
Hijo también de familia numerosa y amante de la naturaleza, Cooley se había graduado en la escuela forestal de la Universidad de Montana y comenzó a trabajar para el Servicio Forestal en 1937. Gracias a su valentía, los paracaidistas se labraron una buena reputación. Organizado a principios de los 40, el programa de saltos pretendía sofocar los incendios en zonas de difícil acceso, a las que tardaba en llegarse varios días por métodos convencionales. Lejos del abastecimiento y de centros médicos, los smoke jumpers eran lanzados a la espera de refuerzos. Con suerte, alcanzaban su objetivo antes de que el incendio fuera catastrófico. 70 años más tarde, el programa funciona y nadie discute su eficacia. «No sé porqué, pero nunca tuve miedo de saltar», dicen en The New York Times que explicó un día. Cero romanticismo: el mismo rotativo cita un informe de 2008 para corroborar que el programa ha supuesto un ahorro anual de millones de dólares.
Pero el servicio sufrió un día negro que el Times cita puntualmente. El 5 de agosto de 1949, 12 bomberos al mando de Cooley perdieron la vida durante un incendio cerca del Monte Santa Elena. Un cambio en la dirección del viento hizo del lugar de aterrizaje una trampa mortal. Cuentan que no hubo día en el que no recordara la tragedia, que él mismo vigiló durante décadas la conservación de las cruces allí erigidas.
Un dato curioso: la mayoría de los oficiantes bajo la tutela de Cooley durante la II Guerra Mundial fueron objetores de conciencia del Ejército. En vez en mandarlos a un penal militar, el gobierno de EEUU les ofreció saltar junto a las llamas. Con él acabaron ganándose el respeto perdido, No era como tomar Iwo Jima o asaltar la playa de Omaha -nada podía serlo-, pero tampoco estaba lejos.
Earl Cooley, bombero, nació en Hardin (Montana, EEUU) el 25 de septiembre de 1911 y murió el 9 de noviembre de 2009 en Missoula (Montana).
El Mundo - Julio Valdeon BlancoSmoke Jumpers Asociación Nacional - EEUU
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