23 de diciembre de 2008

Anécdotas de emergencias

Esperaba comentar el libro Anécdotas de Emergencias de Elisabeth Gracía Iborra, pero después de visitar su espacio La generación del imposible, creo que debe de ser ella misma quien nos introduzca en el mundo de las emergencias, tan cercano a nosotros, los voluntarios de Protección Civil.

Pienso que es un libro de obligada lectura como actividad formativa, pues siempre hay que aprender de la experiencia ajena y analizar con responsabilidad y sentido común la propia, en todo tipo de situaciones.

Un buen regalo que hacerse en estas fiestas, aconsejando su estudio para que cada cual pueda sacar sus propias conclusiones.
Víctor 93
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Aunque el título rece Anécdotas de Emergencias, porque se engloba dentro de la serie que inaguré con Anécdotas de Enfermeras en la ed. Styria, lo cierto es que más que anécdotas, que las hay, se trata de reportajes interpretativos sobre los eventos masivos y fiestas populares en los que nos salvan la vida los servicios de Emergencias.

Y es que hay que ver lo divertido que es nuestro país. De fiesta en fiesta, de celebración en celebración, con la excusa religiosa, o deportiva, o musical, o del santo patrón de la ciudad... Aquí el que no se divierte es porque no quiere.

O bien porque prefiere sacrificarse para que los demás se puedan divertir bajo unos máximos de seguridad y de asistencia sanitaria que resultan casi invisibles pero están siempre garantizados. Muy poco conscientes somos del lujo que supone disponer de todos los equipos y preparativos que hay detrás de cada evento masivo velando por su feliz desarrollo. Incluso llegamos a sorprendernos de cómo son capaces de plantarse tan rápido en un lugar cuando se les necesita. Esos son los servicios de emergencias, los que actúan en cuanto hay que resolver una situación en el mínimo tiempo posible pues, de lo contrario, las consecuencias serían muy graves o incluso mortales.

Para prevenirlas tienen todo previsto, no se les escapa ni la peor coyuntura imaginable, y si les supera, están preparados para improvisar. Así, la mayoría de las festividades transcurren sin mayores desastres, porque el “por si acaso” les guía más que la buena suerte.
Y es que, sinceramente, esta sociedad está lo suficientemente loca como para poner a prueba la profesionalidad y la paciencia de todos los cuerpos de seguridad (léase Policía Nacional, Local, Autonómica, Bomberos y Guardia Civil) y de todos los servicios de Emergencias sanitarias institucionales o de organizaciones sin ánimo de lucro (por un lado, 061, SAMUR, SUMMA112, CECOP; por el otro, Cruz Roja, Dya, y Protección Civil).

Hay muchos más, evidentemente, pero más o menos estos son los que he consultado en mis incursiones por eventos como Las Fallas, La Feria de Abril, Rock in Río, la victoria de la Selección Española en la Eurocopa y los Sanfermines. De todos ellos hago un particular retrato costumbrista, según mi interpretación subjetiva de la celebración en sí y de la realidad que me rodeaba, a veces entrañable, a veces repulsiva.

Confieso que me ha influido bastante el hecho de pasar días enteros con los servicios de emergencias mencionados, pues desde el primer reportaje sufrí una especie de Síndrome de Estocolmo a partir del cual me ponía automáticamente en su lugar y me sacaban de mis casillas las absurdidades que veía cometer a la población. Esas escenas absurdas, por supuesto, han sido relatadas de forma pormenorizada, a ver si, leyéndolas, la gente se conciencia de la falta de sentido común (y del ridículo) que la caracteriza, con especial incidencia cuando se congrega en masa.

Ahora bien, a nivel individual, pocos destacan por su racionalidad. De hecho, para que cada lector contraste por sí mismo, también he dedicado un capítulo a la vida cotidiana de una capital, tras unas cuantas noches yendo con las ambulancias del 061 a patrullar la ciudad y una interesante visita al hospital regional de referencia.

En verdad, han sido muchos los profesionales de todos los gremios que han tenido la generosidad de compartir cantidad de historias que les han ocurrido o que les han hecho esos ciudadanos a quienes siguen atendiendo cuando les requieren. Quien quiera reírse de ello, adelante, da para eso y para más; pero que se mire a sí mismo la próxima vez que trate con alguno de estos agentes o sanitarios para no acabar protagonizando una de esas salidas de tono que siempre achacamos a los otros. A todos ellos les agradezco y les dedico este libro, porque sobre Emergencias no hay apenas nada escrito, y ellos se lo merecen.
Elisabeth Gracía Iborra

http://www.casadellibro.com/capitulos/9788496626942.pdf